A raíz de la declaración de cierta concejala sobre cómo el uso del aire acondicionado puede inducir a comportamientos micromachistas, he vuelto a sentir el desasosiego de sentirme «des-encajada» en esta sociedad.

Vaya por delante que soy feminista. ¿Por qué soy feminista? Para mí es una cuestión que va mucho más allá del hecho de ser mujer: porque creo en la igualdad. La cuestión es: ¿qué es para mí ser feminista? Esta pregunta trae a mi mente un consejo que me dio mi madre y que llevo grabado a fuego: «nunca dependas de nadie». Puede parecer un consejo un tanto radical sacado de contexto, pero déjenme que se lo traduzca: «ESTUDIA, eso te hará libre».

Me he preparado a conciencia para ser alguien que esté, no a la altura de los hombres, sino de lo que el mundo precisa. Nunca me he visto paralizada por el hecho de ser mujer. He sido como esos coches locos de las ferias que, cuando chocaban con algo, rebotaban y seguían moviéndose, buscando otros trayectos. Pero nunca frené. Para ello me he fijado en muchas mujeres que, para mí, sí son el prototipo del feminismo.

– Me he fijado en santa Teresa, escritora, maestra de oración y primera doctora de la Iglesia. Se enfrentó contra quienes la tacharon de loca y blasfema usando su humildad para preguntarse cosas, su inteligencia para saber dar respuesta al momento, su arrojo e intrepidez para «andar siempre en verdad».

– Me he fijado en Madame Curie, ganadora de dos Premios Nobel de la Ciencia, única mujer en aquella magnífica Quinta Conferencia Solvay sobre la estructura atómica. Su imagen sentada en primera fila junto a Max Planck y próxima a Einstein, con su moño, sus piernas cruzadas y un coqueto pañuelo para el sombrero me resulta absolutamente inspiradora.

– Me he fijado en Victoria Díez, teresiana que murió fusilada, maestra entregada a la enseñanza en los sitios más pobres. Sus palabras de «ánimo, compañeras, que la vida puede más» poco antes de su final son un grito de esperanza que aún podemos hacer nuestro.

– Me he fijado en Hellen Keller, escritora y activista política muda y sordociega, y en su profesora, Anne Sullivan, que vio en ella al ser humano completo, y no a una niña discapacitada.

– Y me he fijado en mi madre, y en tantas madres, auténticos motores del hogar, que tuvieron el coraje para escoger, quizás no lo que ellas deseaban, sino lo que veían que era necesario para sacar a sus familias adelante con generosidad, inteligencia y muchísima ternura.

Y me dejo a tantas mujeres… Mujeres que nunca vieron en su sexualidad un impedimento, sino que desde ella se lanzaron a construir un mundo mejor para todos, sin exclusión. Ese es mi deseo. Sin mirar hacia abajo, sino hacia arriba y hacia adelante. Que quien quiere, y quiere de verdad, puede y debe poder. Sin distraernos en «micro-asuntos» que ya se irán resolviendo.

Te puede interesar