En los próximos meses, los gurús de la demoscopia van a asaltarnos, implacables, con sus análisis de tendencias, puntos, porcentajes y valores. Hoy va a ser sobre la política, ya que nos vamos adentrando en un ciclo electoral. Pero también hay encuestas y estadísticas asociadas para otras muchas cosas. ¿Cuántos católicos están de acuerdo con tal o cual aspecto de la doctrina? ¿Qué porcentaje de gente está a favor de las devoluciones en caliente de inmigrantes? ¿Qué tendencias despuntan en el consumo o en las nuevas tecnologías? ¿Qué ‘opinión’ despierta el Papa Francisco?
El problema de las encuestas llega cuando se convierten en un fin en sí mismo. Hay que conseguir que sean favorables a los propios intereses. Hay que confundir mayoría con verdad. Hay que revertir la opinión que no nos convence… Hay que jugar a encargar las encuestas adecuadas en los momentos más convenientes para hacer que el viento sople a tu favor.
Frente a eso, quizás hoy más que nunca es la hora de los valores, de los principios y de las convicciones. Ojalá hablásemos menos de puntos de intención de voto o de valoración de líderes, y más de ideas y programas. Ojalá, en relación a las polémicas eclesiales, hablásemos menos de la opinión mayoritaria o minoritaria, y más de lo evangélico. Ojalá.