El camino de conversión de San Ignacio no fue siempre fácil ni lineal. Durante su etapa en Manresa sufrió muchísimo al obsesionarse con su vida pasada, puesto que no lograba integrarla dentro de su nuevo proyecto de santidad. Seguía confiando demasiado en sus propias fuerzas. Sin embargo, todo cambió cuando dejó de mirarse a si mismo y comenzó a mirar a Jesucristo. Entonces sintió que Él le tendía una mano, y que sólo agarrado a ella, podía recorrer esta peregrinación que había comenzado.