Me llamo Santi. Tengo 26 años y estoy preparándome para ser sacerdote; soy seminarista, en Buenos Aires. Al Santi de hace 10 años, si tuviera oportunidad de hablarle y darle algún consejo, creo que esto es lo que le diría.
Hermano, tenés 15 años, y no estás en tu mejor momento, lo sé…
Una palabra que te define (la veo por todas partes en vos –en tu mirada, en lo que pensás, en lo que sentís, en tus clases, en tus entrenamientos, en tus amigos, en tus salidas, en tu cuerpo–): ‘confusión’. Y yo, hoy, te quiero ofrecer otra.
Ahí va, pero ¡no te cierres a la palabra que te voy a decir! De verdad, te lo digo 10 años después. Vas a pensar que estoy delirando, que no sé lo que estoy diciendo, que no entiendo tu situación, pero, 10 años después, te digo –y no estoy delirando, sí sé lo que estoy diciendo, sí entiendo tu situación y siento con vos todo lo que estás viviendo, pero, aun así, y justamente por eso, hoy te quiero decir–: «te vas a sorprender».
¡Qué bueno poder encontrarte! Qué bueno poder acercarme, y darte una palabra de aliento. Qué bueno poder aparecerme en medio de tu vida, un poco encerrada, a apaciguar la cosa. ¡Cuánto quisiera relajarte! Desinflar tus fantasmas, que ahí son infiernos.
Si vieras mi barba, tendrías una idea de cómo las cosas cambian, ¡hasta el mismo rostro! Si vieras mi sonrisa, no lo creerías. Si vieras mis ojos entusiasmados, atravesarte con una mirada serena, compasiva y tanto más segura, no los reconocerías. Claro que tampoco hoy todo es color de rosas; claro que tampoco fuimos de ahí hasta acá por una puerta mágica. Pero qué bueno poder encontrarte hoy y decirte: «te vas a sorprender». Te lo aseguro, te lo ruego: ¡abrite a la sorpresa!, porque se viene, y viene a darte mucho, y a prometerte mucho más, dándotelo de a poco, con tiempo.
En la confusión de tu cuerpo, la sorpresa de sentirte en casa.
En la confusión de tus sentimientos, la sorpresa de una armonía que amansa cualquier fiera.
En la confusión de tus estudios, la sorpresa de una vocación –jamás esperada– que te despliega más de lo que podrías haber imaginado, ni aun inventando tu propia profesión.
En la confusión de tus vínculos, la sorpresa de una capacidad de querer a montones, y de ser inmensurablemente querido, elegido, perdonado… ¡Vas a conocer gente que nunca antes viste! Muchos darán forma a tu alegría profunda, y a otros tantos los transformarás vos.
En la confusión de tus caídas, la sorpresa de nuevas oportunidades, no sólo para levantarte, sino para pasear, correr y bailar.
En la confusión de tu soledad y en la confusión de tus vacíos, la sorpresa de una presencia más honda que te acompaña, con calidez, a través de cualquier desierto; la sorpresa de una plenitud, que aunque no siempre gustada, siempre suficiente para sostenerte vivo, en camino.
Vas bien, hermanito. Si tocó tormenta este tiempo, que sepas que se viene la cosecha que esa tormenta regó y que los años hicieron crecer. Que sepas que, a pesar de esta temporada gris, podés seguir creyendo en el Dios de la Vida, en el Dios que sana los corazones destrozados. ¡Se viene una cosecha que te va a sorprender! Una pesca, tan abundante, que vas a sentir que tus redes están por reventar. Te lo prometo: te vas a sorprender.