Durante esta última temporada el tiempo y las circunstancias han ido golpeándome en mi día a día, a la vez que aparecían de distintos modos en aquellas personas con las que convivo y voy acompañando.
«Mis amigos tienen trabajo de lo que han estudiado y yo aún no…». «Los hijos, el trabajo, el ritmo en general me van devorando sin darme cuenta…». «Me he esforzado y he entregado en cada minuto del entrenamiento y no he recibido una oportunidad…». «Quiero casarme y tener hijos pero el tiempo va en mi contra…». «Creo que la vocación religiosa puede esperar aún…» A estas citas reales podría ponerles nombre, apellidos y lugar donde las he escuchado y meditado en mi corazón.
Pero también en un plano personal diría cuántas veces he contado los años que faltan para ordenarme sacerdote, para recibir una misión donde entregarme, para saborear el dolor por saberme lejos de la vejez de mi madre, los años de juventud vividos con los amigos, para contemplar la llegada de los primeros matrimonios de la pandilla, o para emocionarme en la espera de tener en brazos al hijo de mis amigos…
«No os agobies pensando: ¿qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿con qué nos vestiremos? No os preocupéis del mañana, que el mañana se ocupará de sí» (Mt 6, 31-33). Son palabras de Dios hecho hombre. «No os toca a vosotros saber los tiempos y circunstancias que el Padre ha fijado con su autoridad» (Hch 1, 7) son palabras de Jesús Resucitado.
Vivir el presente y confiar en Dios nuestro futuro no es una tarea fácil, pero es básica para experimentar una vida de paz y sosiego. Reza y confía en Dios, aprende del pasado y mira con esperanza el futuro. Sé agradecido. Vive el momento que toca vivir e involúcrate en tu comunidad de fe. Estate tranquilo, respira, Dios cuida de nosotros y nos sigue amando hasta el final de los tiempos.