Permítaseme el juego de palabras con la canción de Rosalía. Porque la responsabilidad del confinamiento pone en primer plano el tema de la anchura: nuestra vida tiene un nuevo perímetro, bastante menos espacioso que aquel al que estamos acostumbrados. El problema no lo tenemos con el techo de nuestras casas, sino con las puertas.
La vida ‘normal’, sin estados de alarma, nos permite buscar anchura hacia el exterior: en el trabajo, el deporte, en el ocio bajo el cielo, en las relaciones sociales amplias y con distintos techos. Fuera tomamos aire y, en la misma medida, nos desgastamos. Vivir en el exterior sanea y erosiona a la vez. La casa es entonces el lugar donde recargar pilas, en el que descansar para volver a salir. Ahora le toca cumplir un papel que habitualmente no le corresponde y para el que no está muy preparada. Amputada en gran medida la media naranja de la vida fuera, puede que la casa comience a sufrir de estrés.
Y es que, recortado lo exterior, la vida casera se corresponde mucho más con la propia vida interior. Esta emerge con toda su fuerza, en lo luminoso y en lo oscuro. En una casa hipertrofiada descubrimos que lo que nos angustia y nos dificulta la vida fuera sigue dentro de nosotros, no se ha ido con el vaciado de la agenda. Pero también nos damos cuenta de que lo que tantas veces buscamos tras la puerta lo teníamos ya dentro. Los libros, las películas, la música, los ejercicios que todavía consiente este nuevo espacio, la conversación sin mirar el reloj. La vida interior saca músculo. Dentro de casa se puede seguir pensando y amando. Sin embargo, también parece que se cierna sobre cualquier actividad una especie de amenaza: la de que nada será suficiente para impedir que aparezca el hastío.
En medio de su ambigüedad, la casa hipertrofiada revela la necesidad tan grande que tenemos de asomarnos al misterio de una vida infinita, no para distraernos, sino para volver a coger aire y evitar que nuestras posibilidades se agoten en sí mismas. Por eso Jesús no deja de ofrecerse en este tiempo. Con anchura.