Estos días me está tocando visitar concesionarios de coches en búsqueda de un nuevo vehículo que sustituya al actual, que ya está pidiendo papas.
Hemos visto varios modelos y marcas de coches y hemos estado acompañados por diferentes comerciales que se afanaban en destacar todas las características y bondades de sus modelos, dirigiendo nuestra atención a cada detalle positivo a destacar para que nada de lo buenos se pasara desapercibido.
Al terminar una de esas visitas, me vino a la cabeza la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría a nuestro alrededor si fuésemos capaces de destacar –como los comerciales hacen con sus productos– todo lo bueno que hay en lo que nos rodea y comunicarlo?
Pues seguramente lograríamos salir de la inercia de la queja, las lamentaciones, el pesimismo, los juicios, las divisiones, el victimismo y conseguir lograr una cultura del agradecimiento, de lo bueno, de esperanza, donde se potencie y se ponga la atención en lo que suma, une, construye y da vida.
Una de las actitudes que siempre me llama la atención de Jesús es esa capacidad de ver en los demás lo que ni ellos mismos ni los demás veían ni de sí mismo ni de los demás.
¿Quién se puede resistir a esta invitación de vivir comunicando lo bueno?