Muchas veces me cuesta entender cómo es posible que Jesús diera su vida por nosotros. Cómo es posible que aun sabiendo lo que iba a pasar, en vez de huir decidiera plantarle cara y entregarse a sus perseguidores. Cómo es posible que diera su vida por todos nosotros, pecadores, que tantas veces le hemos dado y le damos la espalda.
Me cuesta entender cómo pudo entregarse aun sabiendo que tantos iban a repudiarle durante los siglos venideros. Me cuesta imaginar la magnitud de ese amor tan grande que le acabó llevando a la cruz por nosotros.
Y entonces, miro a mi alrededor. Y veo a las personas con las que comparto el camino que es esta vida y cómo también ellas van dejando amor a su paso. Miro y veo a mis abuelos y mis padres, que con sudor y lágrimas intentan dárnoslo todo. Miro y veo a mis amigos, mi comunidad, que son la viva imagen de en todo amar y servir. Miro y no puedo más que sentirme afortunada por todo el amor que me rodea y que he tenido, y tengo, la suerte de experimentar.
Puede que ver el amor del Padre al completo sea inabarcable, pero si nos fijamos podemos ir encontrando trocitos de este en las personas que nos rodean. Por eso, me gustaría pedirle al Padre luz, para en estos días de Semana Santa y de Pascua encontrarle en la gente que me rodea y, sobre todo, pedir luz para poder acompañar en el camino hasta la cruz.