El verano pasado, en Jean Rabel, Haití, se nos ocurrió a una amiga y a mí irnos a pasar un día «de excursión». Allí es todo como en estado puro… Así que cogimos un camino, uno que iba junto a un río. Mucha gente a pie, varios en burro, y alguna que otra moto con tres o cuatro personas cargadas para ir a vender al mercado.
Nosotras seguimos nuestra ruta, por ese camino que a veces nos hacía descalzarnos para cruzar el río; con zonas en las que tenías que pasar rápido porque estaban plagadas de hormigas que pegaban unos mordiscos que luego estabas un buen rato recordando…
Cuando ya llevábamos varias horas caminando, en una zona tranquila bajo árboles, paramos un rato. Nos dimos cuenta que se escuchaba de fondo «el lamento, el grito, el llanto», de un animal, y después de un buen rato mirando, descubrimos que, en la colina de enfrente (Haití significa tierra de montañas), había una cabra que se había quedado enredada entre los matorrales.
No es que la cabra fuera muy torpe, –que quizás también–, sino que las cabras, aunque estén por ahí rondando, tienen su dueño, y este les pone una especie de triángulo hecho de palos (a veces muy grande), para que no se vayan por ahí y se metan donde no se han de meter… Pero en este caso, tuvo el efecto contrario.
La cuestión es que ante la queja de la cabra, vino otra cabra «en misión rescate» (con su collar correspondiente). Esta bajó por la colina hasta alcanzar a nuestra primera cabra. Todo un número ver el proceso… Y tras largo rato (nos dio para dormir una siesta y todo), en el que parecía que las dos se quedarían atrapadas, consiguieron prácticamente salir. Pero, justo en ese momento, la primera cabra volvió a quedarse atrapada en unos matorrales de un poco más abajo… me pareció escuchar a la segunda cabra soltarle un «ahí te quedas», y se fue.
Nosotras también nos fuimos cuando vimos que venían unas nubes negras tropicales muy amenazadoras…
Anoche hablábamos en nuestro grupo sobre la libertad…Y mi subconsciente me ha traído a esta cabra. A veces tenemos que separarnos un poco de nuestros ruidos para darnos cuenta que nos liamos en realidades, aunque sean tan cotidianas para nosotros como para la cabra los matorrales. Y que si pedimos ayuda, puede haber quien venga, y nos acompañe en ese proceso de volvernos a hacer «señores» de nuestra historia…
Pero creo que no basta solo con dejarse «sacar» por otros, sino que la elección pasa por uno mismo, por mi propia persona, y cómo voy pidiendo a Dios lucidez para caer en la cuenta de «mis matorrales», y cómo voy poniendo medios, en el día a día para caminar libre… (para el fin para el que he sido criada).
Solo desde mi libertad y querer, puedo amar y servir enteramente…