Ayer vi una peli tremenda. Occidental que llega a área rural de país de bajos recursos y se convierte en «salvadora» del lugar, creando necesidades que hasta entonces no tenían, pasando por encima de la cultura, haciéndose centro… me reí, me reí porque era el manual de lo que un cooperante, o voluntario, o misionero… no debe hacer. Pero no escribo para hablarte de esta peli, sino de la parte de idealización que refleja…

Hace poco teníamos una chica por aquí que estuvo tres semanas con nosotras. A los cinco días de llegar estaba llorando porque sentía que se le estaba acabando el tiempo y que «no había hecho nada». ¿Qué pensabas que venías a «hacer»? Quizás eso era lo primero que tenía que nombrar…

Y yo, también occidental, sin ser prota de película, creo que también caigo en esa idealización de lo que significa ser recibida en tierra extranjera. Mezcla de muchos testimonios que he recibido a lo largo de la vida, aliñados por mi imaginación…

Como resultado, ayer, mientras limpiaba la casa toda despeinada de sudar (porque hace calor y aunque estemos aquí también hacemos esas cosas tan cotidianas: limpiar, cocinar, ponernos malos o echarnos una siesta), me sentí profundamente cansada. Entonces empecé a preguntarme si a mi tía la religiosa misionera, toda su vida dada en Ecuador, también le habría pasado eso. O al sacerdote jesuita que estaba en Amazonas y alguna vez nos vino a hablar al cole. ¿Es que vosotros también os cansáis? ¿Es que habéis vivido días en que os habríais quedado en casa? ¿Es que habéis sentido no tener fuerzas?

Quizás ser misionero no tiene tanto que ver con estar a tope todo el tiempo, y con la sonrisa en la cara. Quizás esto del Reino, cada cual desde donde Dios le invita a construir, tiene que ver con poner todo lo que somos: por supuesto dones, ilusiones, fortaleza y entusiasmo; pero también cansancio, enfado, decepciones y fracasos. Y CREER que Dios está ahí, haciendo crecer la semilla en uno, «mientras dormimos», para que, a pesar de nosotros, dé fruto.

Así que aquí seguimos, peleando contra idealismos y tratando de salir de una, para dejarle a Él que haga, aunque me pille «con estos pelos». ¡Tooooda tuya, Señor!

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