Empezamos algo nuevo. Quizás este año que hemos terminado se me han acumulado los motivos para que este nuevo año sea un momento de esperar, a veces con temor, a veces con ilusión. A través del tiempo, de su paso, Tú vas teniendo palabras importantes para la vida (mi vida), haciéndote presente en él, sometiéndote a sus reglas.
Y me pregunto cómo vivir ese tiempo que se va acumulando, que da paso a unas cosas y deja atrás otras, pero que sigue dando forma a la realidad más real: todo pasa, menos Tú. No es mucho tiempo el que cargo en la mochila (cada vez más, como todos), pero ya va dando cierta perspectiva de por dónde vienes y hacia dónde vas Tú en mi vida. Y quizás sea ese el gran deseo para este inicio de año. Comprender que cada día me das una oportunidad para la fidelidad. A Ti, a tu Evangelio, a la Compañía, a mi vocación. Una oportunidad de vivir el paso del tiempo no como puntos de supermercado que se acumulan o tragos de una mala medicina que hay que soportar. Más bien como una nueva ocasión de empezar de cero. Hacia delante, libre, sin defender lo propio y conseguido.
Pido la lucidez de poder decir con Arrupe: «Por el presente ¡amén!, por el futuro ¡aleluya!». Un amén que me reconcilie con mis pequeñeces diarias. Amén a mi pasado, y mi presente. Sabedor de que por muy ceporro que soy (y lo soy) sigues tomándome en Tus manos para hacerme nuevo a diario, para que siga creciendo. Pese a todas las resistencias, internas, externas, Tú sigues apostando por mí. Y como consecuencia agradecida de ello, un aleluya grande para el futuro, para este 2019 que arranca. ¿Con miedos, inseguridades, perezas frente lo que pueda venir? Pues claro. Con el vértigo de saltar a lo desconocido. Pero para mí ese aleluya se resume en confiar en que, aunque el salto sea grande, esas manos que tanto vengo notando (las Tuyas) al revisar mi propia historia, van a seguir estando ahí para recogerme y ponerme ‘a salvo’, aunque me la pegue grandemente, sabiendo que siempre estarán ahí. Y en esa confianza poder decir, ese salto es lo que deseo, es a lo que me siento llamado, a volar. A ser fiel a lo que vivo y me voy encontrando. Con sensación de vértigo, de mareo ante el salto, pero con la biodramina de la fe, de la confianza en lo ya vivido, la historia compartida, y el ánimo de los que están en esta misma pelea compartida a la que Tú nos llamas, y que lo cura todo. Y en ese sentimiento decir ¡aleluya! a lo que me tienes preparado, Señor, sea lo que sea, será mi felicidad.
Ojalá tantos otros que ven pasar el tiempo y se preguntan, ¿adónde voy? ¿para qué lo que estoy haciendo…? ¿habrá otro modo de vivir…? también te sientan de este modo.
Pido que seamos capaces de vivir fieles a lo vivido, diciendo un amén que nos lance al aleluya de lo que está por venir, de las nuevas oportunidades de vivir cómo Tú eres fiel y nos llamas a serlo contigo.