‘Pueblo nuevo’ es una de las estaciones del metro que conecta las afueras de la ciudad donde estamos alojados con los actos centrales de la JMJ. Yo creo que podría dar también nombre a esta experiencia. Porque este encuentro mundial de jóvenes es testimonio de un pueblo renovado por el encuentro con Jesús, de un pueblo renovado por los valores del evangelio. Las monedas corrientes por acá, tanto entre los peregrinos como entre los servidores y, de modo muy especial, de parte de los lugareños, son el respeto, la amabilidad, la calidez y la alegría; veo que así se cobra y paga en este pueblo nuevo.

Pero además de ser testimonio, esta me parece una tierra de promesas, y en ese sentido también es esperanza hacia el pueblo nuevo. Un pueblo invitado a levantarse y a tender sus manos jóvenes –que, lejos de estar tullidas, se ven creativas y sensibles– para servir al mundo.

Estos dos últimos días comenzaron con unas catequesis por grupos, ofrecidas en su mayoría por obispos, en las que fuimos invitados y animados fervientemente al protagonismo en la sociedad, al compromiso como ciudadanos, al servicio a la comunidad. «No le tengan miedo al compromiso político» –decía uno de ellos–. «Los cristianos somos también ciudadanos y construimos en este mundo el Reino de Dios con los valores del evangelio; prepárense con entusiasmo y fe para ser protagonistas del mundo porque somos peregrinos, no fugitivos, y el servicio a Dios y a los demás es libertad y felicidad». Conmueve de verdad escuchar estas palabras de aliento, compartidas sencillamente, en lenguaje familiar y entre cantos, risas, aplausos y bendiciones.

Sin duda fue la llegada de Francisco lo más esperado y aclamado de esta semana. Y su bienvenida en la Cinta Costera, al borde de la ciudad de Panamá, junto al mar, la mayor fiesta de hoy jueves. Un evento tremendo, cargado de baile, música y color, que desplegó la riqueza y los anhelos de los cinco continentes en la presencia del Papa y de la joven multitud. «Con nuestras diferencias, caminamos juntos hacia un mismo sueño en común: Jesús», dijo Francisco en este primer discurso. Lo dijo él, lo mostraron todos. Alegría, creatividad, sensibilidad y compromiso… son algunos de los hilos que están en estos días en pleno tejido, a partir de la sabiduría de los mayores y el entusiasmo de los mas jóvenes en la Iglesia.

Creo que todo hasta ahora visibiliza, celebra, confirma y promete el pueblo nuevo. Y no para que sea solamente una estación, sino sobre todo un andar y un horizonte.

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