13 de marzo. Todos a casa. Venían unos días de confinamiento. Pero serían solo unos días… Era como estrenar un tiempo para vivir de otra manera. Para hacer todo aquello que no tienes tiempo de hacer en tu veloz vida llena de actividades –maravillosas– pero que te tienen al completo. Venía un tiempo de calma para estar en casa, leer, escuchar música, cantar, tocar el piano sin límite de horas… Serían unos días, 15, de confinamiento y luego nos contaríamos los aprendizajes… Lo que no acabábamos de percibir es que esto era el principio de ese año en el que vivimos peligrosamente.
Las prórrogas del confinamiento, el sufrimiento propio o de gente cercana y una situación nueva para la que no estábamos preparados, ni enseñados, nos hicieron comprender que el fin de esos días iniciales no estaba cercano y lo peor, que no podíamos marcar una fecha en el calendario (algo que en nuestra estresada vida nos parece una tabla de salvación). Y entonces pasó. Nos hicimos cercanos. Se multiplicaron los encuentros (en las redes) y las propuestas solidarias de tantas y tantos para acompañar la incertidumbre, sostener la esperanza, aliviar la soledad, despertar sonrisas, enviar abrazos…
En este tiempo, me sostuvo mi familia, mis amigos, mis vecinas, mis grupos de compartir vida y fe, y me sostuvo la música. Y las melodías se entrelazaron con la realidad llenándola de sentido, de fuerza, de coraje y de valor, de esperanza y de saber estar.
Ante esta incomprensible realidad que nos vino a sorprender y nos pilló desprotegidos, supe que hi ha d’haver una altra manera de viure .
Ante las complicaciones de mi vecina por el cierre de su negocio y las dificultades económicas a las que se veía abocada, nos convencimos de nuestra fuerza y nos recordábamos cada día: Resistiré, para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré, y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré, resistiré…
Ante la tristeza en los ojos de aquella dependienta, con la que me encontraba el día de la semana que bajaba a hacer la compra, vi con claridad y una mezcla de tristeza, resignación y fortaleza cómo, llegaría el día en que escriurem que tot no va ser fácil, cantarem la nostra vida en un paper, marxarem amb els dies regalats i amb el somriure dels que ja no hi puguin ser…
Ante el sufrimiento de tantas personas a las que la soledad le estaba viniendo grande y se sentían como aves enjauladas, brotó la confianza y la promesa: cuando salga de esta iré corriendo a buscarte, te diré, con los ojos, lo mucho que te echo de menos, guardaré en un tarrito todos los abrazos, los besos para cuando se amarre en el alma la pena y el miedo.
Ante un mundo de calles vacías, donde el silencio habitaba como una novedad y la naturaleza rebasaba las fronteras de lo urbano, ante el deseo de un mundo sostenible postpandemia, que se tornaba un sueño con tintes de realidad, resonaba con fuerza un convencimiento: llegaremos a tiempo…
Ante una ola de contagios que parecía no tener tregua y que escapaba a todo lo que hubiéramos podido imaginar, ante una impotencia que aún debíamos asimilar, solo brotaba el deseo de vivir, porque sabes, he pasado mucho miedo. Este bicho es un abismo, se me cansa el cuerpo, se me parte el alma y a llorar. Pero sabes, he aprendido tanto, tanto. Esta vida me ofreció una nueva oportunidad. Y ahora sabes bien qué es vivir. No hay tiempo para odiar a nadie. Ahora sé reír. Quizás, tenía que pasar. No es justo, pero sólo así se aprende a valorar …
Y así fue, para mí, el día después del 13 de marzo, y el siguiente, y el siguiente, y todos los que vinieron después de ese año que vivimos peligrosamente.
(las canciones citadas son de Joan Daussà, Dúo Dinámico, Miki Núñez, Rozalén, Rosana y Rozalén con Estopa)