Hay en Sevilla un Nazareno que avanza solemnemente en la Madrugada del Viernes Santo cargando su cruz al revés. Es el Nazareno del Silencio, una genial y devota escultura tallada por Francisco de Ocampo hacia el año 1610. Quien lo contempla por primera vez, queda extrañado de su forma de sostener la cruz, puesto que lo hace de una manera incómoda para avanzar hacia el Calvario. La razón de ser de esta postura viene de los primeros siglos del cristianismo, puesto que en el arte paleocristiano se representaba a Jesús cargando una cruz que era más un cetro que un instrumento de suplicio. Poco a poco la cruz iría creciendo y adquiriendo las proporciones del tamaño natural y así nació la devoción de representar a Cristo abrazándola, nada más recibirla. Posteriormente, en el siglo XVII la iconografía del Nazareno cambiaría hacia la que hoy nos es más habitual.

Me impresiona mucho imaginar cómo sería ese abrazo que Jesús dio a la cruz cuando los soldados se la entregaron para que la cargara. Probablemente en él se mezclaron dos sentimientos. Por un lado, experimentaría un nuevo Getsemaní, al sentir un gran miedo porque el doloroso final de su vida se le echaba encima. Pero, por el otro, seguramente le inundó una gran consolación al trascender aquel instrumento de tortura y ver en él el medio para amar hasta el final, para cumplir el plan de salvación del Padre.

Pese a que seamos de los que queremos tomar nuestra cruz cada día y seguirle, los cristianos sentimos miedo e incluso rechazo cuando la cruz se acerca a nuestras vidas. Es humano, Jesús también lo experimentó. Sabemos que el sufrimiento llegará antes o después a nuestra vida. No debemos buscarlo como fin en sí mismo, pero tampoco podemos huir de él. Quizá, cuando nuestras opciones por Jesús nos lleven a sufrir incomprensión, incomodidad, intemperie o rechazo, o cuando, sin comerlo ni beberlo el dolor llegue a nuestra vida, deberíamos volver los ojos a ese Nazareno del Silencio que abraza firmemente la cruz, pues en el fondo, en la suya, él también está abrazando la nuestra.

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