¿Somos buenos o malos? Esta pregunta se la ha hecho la humanidad desde hace siglos… Los «optimistas» creen que somos absolutamente buenos, pero luego la sociedad, el ambiente, nos corrompen. Los «pesimistas» creen por el contrario que somos malos y lo que necesitamos es «mano dura» que nos haga caminar derechos. Como sabemos, dependiendo de la respuesta que demos, brotarán distintos sistemas educativos, sociales y hasta políticos.
Los cristianos creemos que Dios ha hecho todas las cosas y las personas buenas, pero también afirmamos que dentro de cada ser humano que es libre existe la tendencia al mal. Somos escenario de una lucha interna, personal y colectiva, entre la tendencia al egocentrismo (comodidad, egoísmo, venganza) y la tendencia a la apertura y a la donación (amor, generosidad, gratuidad, servicio, perdón).
Sobre esta realidad del ser humano se proyecta la imagen de María y la fiesta de la Inmaculada Concepción. María es la llena de gracia y no hay ocasión en ella en que el pecado o la tendencia egocéntrica se adueñe de su corazón. Su corazón está lleno de Dios. María es así modelo de lo que queremos ser y de lo que un día llegaremos a ser: llenos de Dios del todo.
María se abre a la acción de Dios, no tiene las defensas altas ni tiene prejuicios, no está encerrada. María tiene la mirada y el corazón abiertos.
María está descentrada, el centro de su vida no está en ella misma sino en Dios. Le importa más el proyecto de Dios que su propio proyecto, o, dicho de otra manera, descubre que su proyecto es el sueño de Dios para ella.
Además, María es persona disponible. Confía en el Señor, acoge su iniciativa y la acompaña con docilidad y disponibilidad.
Por último, su elección por parte de Dios nos ayuda a conocerlo. María es una mujer, joven y pobre. A ojos de sus contemporáneos, María no tenía ningún valor para ser socialmente reconocida, y sin embargo, a los ojos de Dios es la llena de gracia y tiene todo su favor. Es su elegida. Es el modo de actuar de Dios. Escoge la finitud y la insignificancia, puesto que para Él no hay nada imposible.