Y aunque a veces sentimos que el mundo dice lo contrario, para los cristianos siempre ganarán los buenos. Este es el caso de María, en quien Dios hace que lo que podría ser una historia de rechazo se convierta en una historia de plenitud. Dios convierte a una mujer sencilla en la primera de los cristianos, en un ejemplo de vida y de fe que nos sigue acompañando, inspirando y apoyando, especialmente cuando llegan el dolor y la dificultad.
Dios actúa en la historia, pero lo hace a través de nosotros. Cambia nuestro corazón y nos invita a cumplir su voluntad para hacer grandes cosas. Eso es lo que hizo María, un sí que cambió la historia. A través de su confianza y su libertad hizo posible que el plan de Dios se llevara a cabo. No conviene olvidar que Jesús nace de una sencilla mujer. Su condición de Dios no le descuenta un ápice de su humanidad, pues lo humano y lo divino no son contrapuestos, más bien son complementarios. En Jesús encontramos un modelo, humano y divino, donde guiarnos y apoyarnos en el arte de vivir, pero sobre todo en el arte de sufrir.
Tanto Jesús como María no tuvieron una vida más fácil que ninguno de nosotros, pero supieron encontrar en Dios motivos para la fe y la esperanza. María es distinta –no se dejó llevar por la lógica de este mundo donde el pecado hace tanto daño– mostrando y preparando así el camino a Jesús y a la irrupción de su Reino. Ojalá en los momentos de dificultad sepamos descubrir su apoyo y su consuelo.