La actualidad en verano suele conceder un cierto alivio. Los medios cuentan cosas «obvias»: que hace calor, que hay festivales, atascos en las carreteras y gentes en las playas. Ya al empezar el curso, más bien pedimos a los medios que nos den ajetreo, incertidumbres y novedades que acompañen (y alivien) los nuestros.
Precisamente en la llamada «actualidad» se ha colado el anuncio de los patriarcas católico y ortodoxo en Tierra Santa. Anuncian que a pesar de las amenazas y las alertas de evacuación, los sacerdotes y las religiosas no abandonarán Gaza. No por resistencia, sino por compasión.
Un anuncio que alivia (un alivio mucho más profundo, claro) a quienes son el motivo del «no»: los necesitados, los refugiados, los enfermos y tantas personas que sufren. Un anuncio que, si tuviéramos que aplicar el criterio de que sólo las «novedades» son noticia, no debería salir en las páginas de actualidad, porque es la Iglesia «quedándose en lo mismo»: si el cristiano dimite de la compasión de su hermano, ¿cómo puede decirse cristiano? Pero que en cambio es de una actualidad urgentísima.
Porque Dios interpela y consuela más en lo que damos por descontado que en la novedad que más ocupa nuestra atención. Más en la Iglesia compasiva y que permanece junto a los necesitados que en la que solemos ver en los medios.
Como propósito al inicio del nuevo curso podemos, antes de buscar ansiosamente novedades, comenzar a apreciar las «cosas obvias». No por el conformismo del «Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy», claro, sino para descubrir la diferencia trascendental que hay entre estar centrado y estar estancado.