Cada vez es más frecuente que determinadas celebraciones que implican una especial alegría (bodas, cumpleaños de determinadas edades, aniversarios…) no se circunscriban a unas horas de un día concreto, sino que se alarguen todo un fin de semana, de modo que la gente pueda disfrutar más tiempo de una verdadera fiesta.
El cristianismo, desde sus orígenes, también ha querido celebrar así el gran tiempo de la Pascua, inaugurado con la Vigilia Pascual y que termina el domingo de Pentecostés: ¡50 días de fiesta! Pero si el ser humano es fiestero, también es limitado, y la Iglesia es consciente de que 50 días son muchos (aunque lo que se conmemora merezca muchos más). Por eso, dentro de ellos, es especialmente relevante la primera semana, conocida como Octava de Pascua o semana in albis, porque durante ella los bautizados en la Vigilia vestían las túnicas blancas recibidas tras su bautismo.
Esta, junto con la de Navidad, es la única octava que se celebra, lo cual ya nos habla de su importancia. Y esa especialidad se destaca en que todos los días de esa semana son considerados no los días «después del domingo», sino como si fueran «el mismo día de Pascua». De ahí que muchas cosas que sólo se harán en los domingos sucesivos, en esta semana se hacen todos los días. Por ejemplo, en la Liturgia de las Horas se recitan los salmos reservados para las fiestas más importantes, y todas las Misas de esta semana se celebran como la del día de Pascua, es decir: se enciende el cirio pascual, se usan ornamentos más solemnes, se recomienda la aspersión en el acto penitencial, se recita el Gloria y (optativamente) la Secuencia de Pascua, se usa el mismo Prefacio de Pascua, se añaden las partes propias del día de Pascua en las Plegarias Eucarísticas, se recomienda impartir la bendición solemne de Pascua y se añade el doble Aleluya al «podéis ir en paz».
Todos estos símbolos no son mero adorno, sino que a través de ellos la Iglesia subraya la importancia de estos días, en los que celebramos el regalo más grande que Dios nos ha hecho a cada uno. ¡Feliz octava de Pascua!