Llevamos una semana en la que los medios de comunicación no dejan de bombardearnos con una supuesta batalla televisiva que hacía años que no se veía en horario de máxima audiencia. De un lado estaría Pablo Motos con un programa family friendly que lleva años en antena con un enorme éxito pero que comenzó a ser criticado por un sector de la población en el momento que empezó a expresar opiniones de índole político. Del otro lado estaría David Broncano con un programa más gamberro, pensado para poder llegar a un público más joven a través de las piezas difundidas por redes, pero que antes incluso de empezar a emitirse se ha encontrado con una gran oposición por una parte de una parte de la audiencia al percibir su programa como una mera contraprogramación fomentada por el gobierno.

Tras la primera semana de emisión los resultados no han sorprendido a nadie. Los que veían a Motos siguen viéndole en este nuevo curso; es más, muchos que no lo veían han decidido conectarse, probablemente como gesto de rechazo a su alternativa, hasta el punto de haber conseguido los mejores resultados de audiencia de su historia. Por otro lado los que veían a Broncano le siguen viendo, añadiendose además todos los que creen que ver a Broncano es un gesto de resistencia frente a lo que Motos pudiera representar, hasta el punto de que a lo largo de esta semana Broncano no solo le ha mantenido el pulso a su competidor sino que en ocasiones le ha vencido.

La sensación que tenemos desde fuera es que o eres de Broncano o eres de Motos, separando la realidad en una especie de dicotomía irreconciliable, polarizando a la población hasta el punto de tener que definirte no por quien eres sino por contra quien te opones. Y mientras somos empujados a los extremos hay toda una masa de poderes políticos y económicos que buscan sacar provecho ya que divididos somos más frágiles, más temerosos, más vulnerables, más manipulables…

Nosotros los cristianos sabemos que seguir a Cristo no es optar por los extremos sino más bien aprender a vivir en la tensión: entre lo que somos y lo que estamos llamados a ser, entre la unidad y la diversidad, entre la obediencia y la participación, entre encarnarse en el mundo y vivir con libertad frente al mundo por amor a un Dios mayor. No somos de Motos ni de Broncano, por eso podemos ver a uno y a otro disfrutando de lo bueno que tengan y criticando lo que no nos guste. Viviendo, con Cristo y como Él, en la tensión de los matices.

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