Líbranos del mal… pero no nos libres de mirarlo a la cara cuando aparecen la injusticia, el maltrato, el abuso o el abandono.

Líbranos del mal… y danos misericordia con aquellos que lo padecen. Danos tus entrañas, que lloran con quien llora y sufren con quien sufre. No nos dejes permanecer indiferentes. Que sientan tu presencia, que sostiene, inspira y fortalece.

Líbranos del mal… y danos el sentido del bien. Para que nuestros juicios no dependan de los ojos con los que se mire, ni de la boca que los pronuncie, sino de nuestro corazón lleno de misericordia, de Tu misericordia.

Líbranos del mal… pero que no nos quedemos solo con lo que es bueno y bonito: el mal forma parte del Misterio de la vida. No nos dejes dar una respuesta fácil ante problemas complejos, aunque se ponga a prueba nuestra fe, aunque nos resulte difícil llegar a comprender.

Líbranos del mal… y no nos dejes pensar que el mal nos lo envías Tú, que otros lo padecen para que otros valoremos lo que es bueno y correcto o que es nuestro justo pago por nuestras malas acciones, porque Tú haces salir el sol sobre justos e injustos.

Líbranos del mal… pero que no nos quedemos de brazos cruzados, pensando que Tú lo vas a arreglar todo. No nos libres de complicarnos la vida, si de hacer el bien se trata. Que nuestras vidas sean testimonio de que sigues cuidando de quien sufre.

Líbranos del mal… y líbranos de la comodidad, del quedar bien, del qué dirán, de la indiferencia, de la cobardía, que tantas veces se alían con los verdugos y con la sinrazón. Danos la valentía de denunciar y señalar, aunque con ello arriesguemos el honor, la seguridad e, incluso, la vida.

Líbranos del mal… y no nos dejes juzgar a las personas solo por el valor de sus malos actos, de sus errores y de sus equivocaciones. Sigue enseñándonos que el perdón forma parte de tu ser y que la reconciliación es nuestra misión en la historia.

Líbranos del mal… y deja que sintamos tu presencia y tu compañía cuando las víctimas somos nosotros. Danos valentía para no quedarnos callados. Danos el valor de saber pedir ayuda. Y danos la sabiduría cuando no queda otra opción que abrazar lo que no funciona, lo que hace daño, lo que no podemos cambiar.

Líbranos del mal… y líbranos de la desesperanza. Porque la primera y la última palabra la tienen siempre la verdad y el bien. Recuérdanos que Tú todo lo creaste y te gustó lo que viste. Recuérdanos siempre que al mal Tú ya lo venciste. Que en la Cruz tenemos la prueba de que Tú no te quedas de lado: te implicas y te complicas hasta dar la vida por todos.

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