Cuando la injusticia desborda. Cuando el mal y la perversión parecen haber tomado el control y el poder, con toda impunidad. Cuando la crueldad hace añicos la esperanza. Cuando hasta las entrañas duelen. Cuando la paz nos es arrebatada y sentimos que no nos queda derecho a la alegría. Cuando el desgarro no deja sitio para el amor. En plena desolación, dejemos a Dios actuar. No levantemos muros de rabia que nos aíslen. No respondamos con un odio que nos seque el corazón. Que la maldad no nos vende los ojos ni plante en nosotros semilla negra. Que la reacción desde la desazón es instintiva y legítima, pero derriba más que construye. Aunque no haya respuesta. Aunque nada calme el dolor. Que no nos venzan, que aún tenemos camino por recorrer. Que no apaguen también nuestra luz.
Dejemos que la reconciliación germine. Seamos instrumentos de paz, cimientos de puente. Que de esta muerte venga nuestra resurrección. Desde nuestro ser ceniza, hagamos de la vida bienaventuranza.

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