A veces nos quedamos demasiado rápido en la imagen. Vemos un vídeo musical. Nos seducen las imágenes, la música, la creatividad desbordada de sus autores. Algunos personajes quedan grabados en nuestra retina. Como en este Bad Romance: bailarines sin rostro, una mujer de ojos anormalmente grandes, cuerpos felinos, bailes con los brazos formando una garra, lágrimas, fuerza…  

En ocasiones no somos capaces de ir más allá. No somos capaces de opinar más allá de un «Me gusta» o «No me gusta». O, si es algo demasiado enrevesado, pensamos que vaya rallada o vaya paranoia de sus autores, sin darnos tiempo ni esfuerzo a intentar comprender lo que nos están contando. Pero lo interesante, lo que da más densidad a estos relatos, es que casi siempre cuentan historias. ¿Se te ha ocurrido pensar en la historia que cuenta Bad Romance? ¿Podrías contársela a alguien? ¿Podrías intuir que habla de la violencia, del poder, y del negocio de la música?

Por supuesto, todo, también esta interpretación, es subjetivo. Pero, al tiempo, es posible. Y de ahí el que, cuando vemos algunas historias, cuando nos asomamos a vídeos o imágenes provocadoras, quizás nos quede una tarea pendiente, más allá de expresar el gusto o el disgusto estético. Es la tarea de pensar en ello, de intentar comprenderlo, de saber de qué me está hablando. Parece una obviedad, y sin embargo, demasiado a menudo no lo es.

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