Mi madre perdió el conocimiento el 3 de septiembre de 2011 a media tarde. Estaba sentada en la cama, mirándome, cuando su ojo izquierdo empezó a temblar. Mi hermana Inés y mi tía abuela estaban frente al cabecero. El cuello de mi madre se agitó. La boca se le llenó de espuma. Todos la miraban en silencio, menos yo. Mientras mi madre convulsionaba, a mí me entró un ataque de risa nerviosa que me hizo doblarme por la mitad. Tal vez mi inconsciente quería que mi cuerpo se moviera como el suyo, que perdiéramos a la vez el control. Creo que mi hermana Inés lo comprendió. Mi tía abuela me miraba desconcertada. La conciencia de mi madre desaparecía y la mía se quería escapar.
«¿Dónde está mamá?», me preguntó mi hermana Leticia un poco más tarde. «Ahí no está», le contesté señalando el cuerpo sobre la cama. Lo que hacía que mi madre fuera mi madre se había esfumado durante la agitación. Aquella mañana, la había pasado durmiendo, apenas se había movido, pero se percibía una presencia. Sin embargo, por la tarde, después de que le temblaran los ojos, desapareció. Respiraba, pero ya no estaba ahí.
Gabriela Ybarra (El comensal)