Tantos años viajando en metro… Un camino al ritmo de la gente, hundido en lo humano, lo diverso. La percepción atraviesa sentires encontrados:
– ser puesto al lado, tan cerca de extraños comunes con los que compartimos la complicidad de este tramo del día…
– la comodidad cuando encontramos un asiento, la comprensión de quien lleva de pie largo rato…
– el entregado paso del tiempo, de estación en estación, mirando todo y nada…
Mirar las personas:
ver lo que hacen,
imaginar dónde van,
escuchar los artistas callejeros, conocer las ofertas de pulseras, llaveros, medias y café…
escuchar sin querer un diálogo entre los pasajeros de al lado conociéndose,
ver a quien lee a Kant o quien escucha reguetón en auriculares a un volumen público,
quien duerme cansado y quien contempla con mirada perdida el paisaje…
Y en este mundo gigante y pequeño, encontrar en lo humano al Dios que nos habla.
Que todo puede convivir en una misma escena y que habitar nuestro mundo es abrazar lo diverso y encontrar en todo y en todos al Dios que buscamos.
Tangible y real, en lo humano.