Detrás de los proyectos, de los intentos, de las concreciones de la lucha por trabajar por el Reino, hay nombres. Y vidas. Como la de Juan. Que hoy, habiendo concretado su seguimiento de Jesús en un proyecto en el otro extremo del mundo, nos acerca un relato de lucha, una historia gestada durante la pandemia. Y una posibilidad de ayudar.

«Mi nombre es Juan, voluntario en el centro textil de Battambang, en Camboya, para personas con discapacidad desde el año 2017. Es difícil explicar lo que se puede sentir al lanzar nuestra marca propia Mutitaa, pero lo voy a intentar.
No ha sido un camino fácil ni corto. Ha habido agobios, lágrimas, noches en vela y mucha incertidumbre. En algunos momentos nos hemos visto al borde del abismo. Sin embargo, confiando en lo que estábamos haciendo y con mucho trabajo y muchas renuncias, Mutitaa, nuestro sueño, ya es una realidad.
Hasta hace tres años nuestro centro textil de Battambang para personas con discapacidad solo hacía una pequeña parte del proceso de producción para otras fábricas. La labor social era impresionante. Era conmovedor ver las historias de superación de gente que se había acostumbrado ya a ser descartada por la sociedad y, de pronto, tenían la oportunidad de acceder a un empleo y rehacer sus vidas. Pero las cuentas no nos salían. El mercado nos indicaba que nuestro centro textil solo sería sostenible si conseguíamos hacer nosotros todos los procesos de producción de las prendas, sin depender de otras fábricas. Eso nos traería más trabajo.
Nos pusimos manos a la obra, diseñamos un plan y empezamos a buscar fondos para invertir en maquinaria y formación, con el objetivo de ser capaces de producir prendas de calidad. Hacer un jersey completo en Battambang nos parecía un sueño, casi una locura. Pero confiamos. La unión y magia de nuestra gente siempre nos dio fuerzas. Se había creado un ambiente en el que no importaba lo que viniera. Lo íbamos a conseguir todos juntos.
Sin embargo, los fondos no llegaron de forma inmediata y nos tuvimos que acostumbrar a vivir ‘con el agua al cuello’. Rara vez sabíamos cómo íbamos a pagar los salarios mensuales. Tuvimos momentos realmente complicados, pero el objetivo estaba claro y eso nos movía hacia adelante. Se fueron dando pasos gracias a los donantes que fueron apareciendo y que creyeron en nuestro proyecto como herramienta para promover un mundo más justo y defender la dignidad de todas las personas sin excepción.
Y así fuimos avanzando. En marzo de 2020 instalamos las últimas máquinas de tejido, nuestra mayor inversión, lo que nos dio un empujón enorme para poder recibir pedidos de producción del mercado. Esta era la última pieza para ser independientes, para forjar nuestra sostenibilidad de cara a futuro.
Pensábamos que ya habíamos hecho lo más difícil, pero, de repente, en marzo de 2020 el mundo se paralizó. Se nos cancelaron la mayoría de los pedidos de producción y se retrasaron mucho todos los transportes de las materias primas de los pocos pedidos que teníamos. Al final, solo pudimos trabajar unos pocos meses y con fechas de entrega muy ajustadas. Ese año 2020 iba a servirnos de formación para llegar a producir las prendas enteramente en Battambang. Todas nuestras expectativas y previsiones se veían, una vez más, truncadas por la realidad. Sin embargo, en los ánimos de nuestro equipo había algo especial: nos habíamos acostumbrado a tener todo en contra y a luchar, a luchar contra viento y marea. El COVID-19 no iba a acabar con nosotros. Sería un obstáculo más de los muchos que habíamos pasado, pero no nos detendría. Es más, iba a ser una oportunidad. Iba a ser una ocasión única para crear nuestra marca propia, para conectar nuestro precioso proyecto social contigo y con todos aquellos que desearan comprar nuestras prendas.
No lo negamos: el reto era muy grande. No podíamos acceder a más pedidos de producción en el mercado y, por tanto, no teníamos ingresos para mantener 125 empleos. Ir hacia delante solo podía pasar por adaptarnos a la dura realidad. En septiembre de 2020 reunimos a todos los trabajadores para comunicarles que teníamos que despedir a 107 personas. Solo podíamos mantener 18 empleos con salarios reducidos. Después de explicar la situación lo mejor que pudimos, tuvimos un tiempo de compartir, de escucharnos. Varios empleados quisieron coger el micrófono y explicar lo que suponía para ellos el centro textil, cómo este proyecto había cambiado sus vidas, las había llenado de esperanza. Hubo muchas lágrimas y gente que nos pedía que, por favor, hiciéramos todo lo posible por no cerrar definitivamente, por seguir creyendo en ellos. No hubo reproches ni enfados. Nadie se quejó por no ser uno de los 18 seleccionados. Entonces, pasó lo que nunca me habría imaginado: la reunión de comunicación de los despidos se cerró con un animado aplauso de todos los empleados. No me lo podía explicar, ¿pues qué fábrica despide al 85% de su plantilla y los empleados lo aplauden?

Esa reunión y ese agradecimiento de unos a otros nos dieron fuerzas para seguir adelante, luchar y creer. Lo íbamos a intentar una vez más, las que hicieran falta. Por ellos, por nosotros, por todos. Si no recibíamos pedidos de producción, los crearíamos nosotros. Mutitaa ya estaba en marcha. Empezamos a crear un equipo muy sólido de voluntarios con Channa, Cristina, Borja, María José, Nanna, Ainhoa, Miguel, Sara y Rocío. Todos dispuestos a darse por entero, a poner todas sus energías, conocimientos y todo su corazón en Mutitaa.
Mutitaa somos un grupo de personas que cree que otro mercado es posible; un mercado en el que no solo cuenta el precio, sino el cómo se hacen las cosas y, sobre todo, quién las hace. Mutitaa surge porque merece la pena luchar por la dignidad de tantas personas a las que se ha invisibilizado y apartado a los márgenes de la sociedad.
Gracias a Mutitaa y a otros pedidos de clientes, durante el 2021 nuestro centro textil ha ido recuperando muchos empleos, aunque aún nos queda recorrido para llegar a los niveles anteriores. Seguimos trabajando día a día por ello.

Ahora te necesitamos a ti, tu apoyo. Comprando y regalando Mutitaa contribuimos a una sociedad un poco más justa. Pequeños detalles como este realmente pueden cambiar la realidad de las personas más vulnerables. Mi carta termina aquí, pero la historia de Mutitaa continúa y tú puedes formar parte de ella. Te esperamos en mutitaa.com

Mutitaa solo acaba de empezar…»

 

Te puede interesar