Mirando a nuestro alrededor seguro que no pasa un día sin que nos asalten un montón de motivos para estar desanimados. Supongo que esto nos pasa a todos, y más en esta época que estamos viviendo (guerras, crisis, terremotos, tsunamis…). También me pasa que intento buscar con mayor ahínco aquellas buenos gestos y acciones que igualmente están en el mundo, aunque por ser “buenas noticias” a veces pasan desapercibidas y sin llamar la atención. Son éstas las que vencen al desánimo y nos hacen volver a confiar en las mejores cualidades del ser humano. Y nos devuelven la esperanza.

Uno de estos “milagros cotidianos” se lleva produciendo desde hace 15 años en el pequeño pueblo de Guadalupe, en el municipio mexicano de Amatlán de los Reyes. Allí un grupo de mujeres, “Las Patronas”, se encargan de forma totalmente voluntaria y desinteresada, de preparar diariamente comida, agua y ropa para entregar a los cientos de miles de migrantes centroamericanos que, cruzando todo México, intentan conseguir una vida mejor en los Estados Unidos. Por delante de sus casas cruzan los trenes de carga. En su recorrido de casi 8000 km. hasta la frontera, llevan literalmente colgados de sus vagones, como si fueran moscas, cientos de personas en cada viaje. Van con lo puesto, a expensas del clima. Intentando llegar a ese norte donde sueñan con conseguir una realidad mejor para sus familias que aquella de la que vienen huyendo. Como dicen Las Patronas: “Son seres humanos como nosotros, no se diferencian de nada salvo que ellos ya no tienen de qué vivir. Dejan atrás sus familias, sus casas, y se enfrentan a todo tipo de riesgos: el clima, las maras, los secuestros, la trata… y sólo los alimenta la esperanza de poder llegar para enviar algún día dinero a los suyos. ¿Cómo no les vamos a ayudar?”.  Se acerca el tren y comienzan a tirar las bolsas de comida y las botellas de agua a los polizones de ese convoy que nunca se detiene.

Lo que más nos desconcierta hoy de este gesto es su sentido. No conocen a las personas que están ayudando ni las van a conocer algún día. Tampoco reciben nada a cambio por su esfuerzo y trabajo, ni lo van a recibir. Tan sólo la satisfacción de actuar ante una necesidad que se plantea delante de sus ojos: ayudar al necesitado, sin nombre ni apellidos. “Haz el bien y no mires a quién” dice el refrán que todos conocemos. No deja de ser una honda reflexión moral. Las buenas acciones hemos de hacerlas sin buscar ninguna recompensa ni reconocimiento, y sin hacer distinción sobre a quién benefician ni su cercanía con nosotros. Gracias a Las Patronas por sus gestos de esperanza. Seguro que ayudan a que nuestros propios gestos sean también sembradores de esperanza.

(Reportaje en Univisión sobre Las Patronas)

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