Hace unos cuantos días Jordi Évole entrevistaba a Antón Álvarez Alfaro, más popularmente conocido como C. Tangana, Pucho o El Madrileño. Merece mucho la pena escucharle más allá de que estés, o no, de acuerdo con él. Es un tipo interesante y con mucho que contar, que maneja los tiempos como si fuera él el periodista. Me dio la misma sensación con Évole que con Risto Mejide en 2018: sabe lo que dice, cómo lo dice y cuándo tiene que hacerlo. Y veo mucha profundidad en sus respuestas.
Mirando vídeos en TikTok, me topé con uno en la cuenta Ignis. En él, se hicieron eco de una reflexión que Tangana compartió con el periodista y que dice tal cual: «Yo quiero intervenir en el mundo, no quiero pasar por aquí y que dé igual o no dé igual que haya pasado. Siempre he tenido la sensación de que podía hacer algo con eso. Yo creo que con mi sensibilidad puedo afectar al mundo, ¿sabes? Y quiero afectar al mundo: es una ambición desmedida».
Los anhelos del artista Tangana no los sé, aunque según lo que dice están bastante claros. Pero estoy seguro de que Antón Álvarez Alfaro tiene en su corazón unos deseos profundos que van más allá que convertir su cuenta bancaria en las pepitas de oro de su vida. Una sociedad que invita a que los demás te den igual porque el único importante eres tú, es una sociedad enferma que necesita curarse.
¿Curarse de qué?, te preguntarás. De cortoplacismos, de egos, de miradas al ombligo o de falta de responsabilidad. Porque no tenemos culpa de lo que nuestras acciones o palabras generen en los demás, ¿verdad? Y a esto es a lo que llama C. Tangana en la entrevista en Lo de Évole: a vivir queriendo dejar una huella imborrable en el mundo porque tiene una ambición desmedida en conseguirlo. Y como dice Pedro Arrupe SJ: «No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido». Y Pucho, con un lenguaje distinto, lo clava.