«De improviso, las ideas y los sentimientos renacieron en él con una claridad, con una intensidad sorprendente.
‘Sí, el amor –pensó–, pero no ese amor que se siente por cualquier cosa, sino el que sentí por primera vez cuando amé a un enemigo moribundo. Yo he experimentado ese amor, que es esencia misma del alma y que no necesita objetivos. Ahora mismo tengo una sensación de beatitud: deseo de amar al prójimo, a los enemigos; deseo amarlo todo, amar a Dios en todas sus manifestaciones. Se puede amar con amor humano a una persona querida; solo a un enemigo se le puede amar con amor divino. Por eso experimenté tanta dicha cuando me di cuenta de que amaba a aquel hombre. ¿Qué habrá sido de él? ¿Vivirá todavía?’
El amor humano puede convertirse en odio, el amor divino no puede modificarse: nada, ni siquiera la muerte es capaz de destruirlo. Es el sentido del alma. He aborrecido a muchas personas en la vida, pero a nadie he aborrecido tanto ni he amado tanto como a ella.»
Leon Tolstoi, Guerra y Paz