Lo importante es que estés bien contigo mismo. Te tienes que cuidar. Tú eres lo primero. Si no estás a gusto es mejor que lo dejes, porque el importante eres tú.

Mensajes como estos se nos van colando poco a poco en nuestro día a día. Y no seré yo quien niegue que contienen algo de verdad, pero creo que en ellos puede haber un gran engaño.

Todos ellos tienen en común que ponen el foco en uno mismo. En estar bien, en no entregarse demasiado, en estar contento y satisfecho con lo que se hace. Como si implícitamente quisieran decirnos que si uno sale escaldado o no recibe algo, no merece la pena.

Frente a todo ello, el Evangelio del Buen Pastor nos pone delante otro modo de estar en el mundo. El de aquel que se desgasta por las ovejas hasta dar la vida por ellas. Y lo diferencia del del asalariado, al que precisamente no le importan las ovejas, sino que únicamente se preocupa por ellas en tanto que le procuran algún beneficio.

Creo que todos conocemos a personas que se han dejado el físico, la salud e incluso la vida no ya por su trabajo, sino por su vocación, su familia y aquello en lo que creían que Dios les llamaba. Gente que se ha cuidado a sí misma para no quemarse, pero poniendo el foco en estar bien para los demás, y no tanto para sí mismos.

Ante todo ello cabe preguntarnos cómo estamos viviendo nuestra misión. Si como unos asalariados que abandonan el rebaño en cuanto vienen los agobios y las incomodidades, o inspirados por el Buen Pastor.

 

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