Es recurrente en el seguimiento de Jesús el tema de la entrega y el servicio a los demás, muy explícito en varios momentos de la vida de Jesús: el lavatorio de los pies, el que quiere ser el primero que sea el último, la muerte en la cruz, etc.
 
También en el ámbito de la Iglesia son constantes los testimonios de personas que entregan su vida diariamente en muchos ámbitos y realidades diferentes, algunos incluso hasta la muerte.
 
Si quisiéramos destacar una características de los cristianos es vivir amando al prójimo, dándose y regalándose. Esto es totalmente innegociable, y eso lo decimos a través de múltiples máximas: «más en las obras que en las palabras», formar «hombres y mujeres para los demás»… y muchas más.
 
Sin embargo, también puede pasar que vivir desde la entrega nos haga descuidar nuestra propia vida o la de la nuestras familias, pudiendo caer en querer salvar y arreglar las vidas de los demás mientras descuidamos la propia.
 
En otros momentos podemos llegar a convertirnos en activistas de la entrega y la acción que esté desvinculado de un encuentro personal y profundo con Dios y que pierde su verdadero sentido, creyéndonos imprescindibles o salvadores.
 
Por eso es necesario tener en cuenta la dimensión del cuidado, de una forma sana, discernida y razonada. Se trata de reconocer la necesidad de guardar espacios de tiempo personal, de desconexión y de encuentro como elementos necesarios para no quemarse.
 
 
Descubre la serie Tensiones de la pastoral

Te puede interesar

No se encontraron resultados

La página solicitada no pudo encontrarse. Trate de perfeccionar su búsqueda o utilice la navegación para localizar la entrada.