En el mundo del fútbol, para ser el mejor, no es necesario llevar el último modelo de coche, viajar en un avión privado, asistir a las mejores fiestas en cualquier lugar del planeta, hacer declaraciones explosivas o ir demostrando a cada paso que se es millonario. Un ejemplo de esto es Luka Modric.
El pasado mes de septiembre, en la entrega de su último gran galardón, la FIFA nos dio una sorpresa, y quiso privilegiar lo importante frente a lo aparente. Que Luka Modric recibiera el galardón ‘The Best’ entregado por compañeros jugadores, entrenadores, prensa y aficionados quiere decir que, en el fútbol, hay algo importante que se llama humildad, trabajo, compañerismo y fe.
Seguro que siempre hay quien todo lo leerá en clave de Madrid-Barça. Intentemos abstraernos de eso. No pretendo en estas líneas preferenciar a un equipo de fútbol frente a otros. No quiero bandear la opinión alentando duplicidades o fanatismos. Tan sólo quiero poner el foco, al menos por un instante, en los valores que alimentan ese gran deporte y que muchas veces son eclipsados por el dinero, la fama o el poder.
Modric representa la humildad que se esconde en el medio del campo siempre poblado de jugadores. Nunca hay malas palabras o acciones violentas. Modric sólo quiere tratar el balón como a la vida, con sencillez. Facilitar el trabajo de los que tiene al lado. Abrir a las bandas para que los demás puedan explotar sus capacidades y brillar con esplendor. Permitir que los detalles de calidad sean fruto de una generosidad y no de humillaciones innecesarias. Modric reparte juego dentro y fuera del campo, pero sin pomposidades, vanidades o grandilocuencias. Reúne la calidad suficiente para manejar a un equipo o una selección, pero también la madurez necesaria para saber reconocer su sitio. Un futbolista no es más que otro. El equipo es la prioridad, «salir del propio amor, querer e interés» la necesidad y la victoria el gran deseo.
Son millones los jóvenes que observan con atención a los profesionales del fútbol. Imitan su forma de vestir, actuar e incluso de celebrar los goles. La influencia que tienen sobre la sociedad es desmesurada y, por ello, que brille Luka Modric es un gran regalo para todos. Modric es un ferviente y practicante católico que trata de vivir una vida sencilla. Familia, trabajo y fe son los tres pilares que emplea para mantener los pies en la tierra y no dejarse seducir por cantos de sirena.
Parece que el mundo del fútbol ha querido premiar no sólo la calidad sino también un estilo de vida. Parece que una parte del mundo del fútbol ha querido decirnos –por una vez– que para ser the best sólo hace falta ser humilde, respetuoso y trabajador.