El otro día me cogió tal mojadura en la moto que tuve que dejar los guantes a secar y no pude usarlos.
Al coger la moto sin protección, percibí en mis manos toda la intensidad del frío y de la lluvia.
Mientras aparcaba la moto y subía a casa, pensé que muchas veces en la vida voy con mis protecciones. Entonces pierdo la sensibilidad o el contacto real y profundo de cada persona con la que me cruzo. De este modo, pierdo la capacidad de sentir desde su vida, olvidando lo importante que es saber estar al lado del que necesita mi ayuda, mi escucha o simplemente mi mirada.
Quizás puede ser un buen propósito para mañana: que ninguna protección me impida tocar las vidas de las personas que el Señor pone en mi camino.