Uno de los factores que hacían que un hecho fuera noticiable es la cercanía, la proximidad, es decir, es más “noticiable” la muerte de una persona en Madrid al caérsele un muro encima en un día de viento que la muerte de 10 personas en Nueva Delhi por el descarrilamiento de un tren, y esto es así por pura naturaleza humana, la empatía.
Pues de alguna manera esta es la razón de existir de las televisiones y periódicos locales y autonómicos. Nos gusta ver y hablar de lo “nuestro” en un mundo cada vez más globalizado.
Sin embargo en estos días vemos otra cara de la moneda, leemos con escándalo las noticias que salen con el cierre de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV). Censura para utilizar palabras como recortes, no dar cobertura a las víctimas del descarrilamiento del metro de Valencia, etc…., un clásico del lado más negro del periodismo, ese que se pone al servicio de un aparato político o una ideología sin dar cabida a la más mínima pluralidad.
Los trabajadores salen a la calle con carteles que anuncian que “Sin periodismo no hay democracia”, estoy de acuerdo, pero no creo en cualquier periodismo, no todo vale. Me ha removido leer los mensajes de Twitter de una periodista del antiguo Canal 9 que titula Mis mentiras en Canal 9. Me duelen las mentiras descaradas que se contaron, pero no puedo dejar de preguntarme por la responsabilidad personal, por el auto secuestro a nuestra parcela de libertad. Y creo que es una buena pregunta para todos, y más en un momento donde sólo escuchamos “esto es lo que hay que hacer”. Y yo escucho, y me escucho, y me pregunto ¿seguro?