Los ocho días previos a la Navidad la liturgia se orienta a dar una mayor densidad a la preparación para recibir al Salvador. Hay una larga tradición que puede ayudarnos a ir «sintiendo y gustando internamente» lo que se avecina. Tendremos que hacer un ejercicio interior de acunar nuestras entrañas y despejarlas de «afectos desordenados» para que su llegada interpele nuestra vida.

Durante los últimos días del Adviento, las antífonas del Magníficat en la oración de vísperas, la oración de la tarde, tienen una mención especial. Son conocidas como «antífonas mayores» o «antífonas de la O». Se llaman así porque comienzan con la exclamación «Oh». Han sido parte de la tradición de la Iglesia de todos los tiempos.

Cada una de ellas tienen una significación específica. Pero todas apuntan a la venida de Cristo. La Iglesia y el mundo espera con el corazón en vilo la llegada del Mesías y del Señor, el esperado por todos los pueblos. Son un pequeño sumario de cristología y expresan el deseo de la Salvación de toda la humanidad. Estas breves oraciones van dirigidas a Jesucristo, con la admiración de todos por un Dios que se hace carne para estar con nosotros.

Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo […] ven y muéstranos el camino de la salvación. Pide a ese Jesús, Sabiduría, que muestre caminos para volver a la esperanza y al amor de la fe.

Oh Adonai, Pastor de la Casa de Israel […] ven a librarnos con el poder de tu brazo. Pide al Señor Poderoso que es capaz de liberar de la esclavitud.

Oh Raíz del tronco de Jesé […] ven a librarnos, no tardes más. Al Dios raíz de todo amor, del que surge Jesús, esperanza para todos.

Oh llave de David […] ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte. Al Dios que es la llave que nos libera del poder de la muerte y del mal en nuestra vida, que nos abre a la novedad de su Espíritu.

Oh Sol que naces de lo alto […] ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Dios es la luz que llegará a nuestra vida para darnos calor e iluminar su presencia entre nosotros y el camino del seguimiento.

Oh rey de las naciones […] ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra. Un Dios Rey, que crea al hombre con sus manos, que moldea nuestro frágil barro, para alcanzar la salvación.

Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro. Dios con nosotros, que está en los quehaceres de todo, que nos sale al encuentro y que llega a nuestra vida para traer salvación.

Con cada una de ellas expresamos el asombro repetido de quién se dispone de corazón a la llegada del Señor. Es una bonita forma de prepararnos, de hacernos pesebre, para el nacimiento de Jesús. Nos infunden consuelo en la espera y la expectación de quién confía en quien viene a nuestra vida. Dejemos que estas antífonas nos conduzcan con alegría.

 

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