Una de las grandes ventajas que nos ha traído la era digital ha sido la de poder almacenar casi sin límites toda clase de archivos. Nuestras fotos, documentos, música no dependen ya del espacio de nuestras estanterías o trasteros. Ni siquiera de la capacidad de nuestro disco duro. La nube nos ofrece ahora posibilidades casi infinitas que no supeditan la supervivencia de nuestros datos a un soporte físico que nosotros tengamos.

Nuestros recuerdos están a salvo, aunque cada vez nos parezcamos más a ese capítulo de Black Mirror en que se podía revisar una y otra vez nuestra vida, en que nada era olvidado. Aunque esa posibilidad (ojo, spoiler) no parece una buena idea, no acaba saliendo bien. Algo así tienen que estar pensando aquellos de los que está publicando el excomisario Villarejo conversaciones comprometedoras. Que a veces es mejor olvidar, que no siempre es bueno tener registro de todo.

La capacidad de almacenar que tenemos ahora es casi infinita. Pero eso no significa que siempre estemos guardando lo que deberíamos. Un almacén no deja de ser eso, un lugar que podemos llenar con lo que elijamos llenar. Igual pasa con nuestra memoria. A veces nos dedicamos a acumular argumentos, a apuntalar nuestro rencor, a prepararnos para asestar el golpe cuando más desprevenido esté el otro porque ya ha pasado mucho tiempo. E incluso sentimos una particular satisfacción cuando encontramos ese dato que nos hacía falta.

¿Adónde nos lleva esto? ¿Realmente es tan satisfactorio conocer los trapos sucios de todo el mundo y usarlos en su contra? Pienso que no. Primero, porque nos lleva por un camino alejado de la verdad. Los datos no son más que eso, datos. Pero necesitan contexto, historia, ver la intención del que los publica… Por sí solos no ofrecen más que argumentos para sostener una versión, que no tiene porqué ser ‘la’ versión. Segundo, tenemos que reconocernos que el rencor no nos conduce a ningún sitio, que el estar almacenando suciedad nos convierte a la sospecha, el enfado permanente y la desconfianza y ninguna de las tres es buena compañera de camino. Y, tercero, porque nos saltamos a la torera algo básico para nosotros como cristianos: el perdón. Y esa es una línea roja que no deberíamos estar dispuestos a traspasar.

Piensa de qué quieres llenar tu almacén, piensa a qué dedicas tu espacio. Si a construir recuerdos que ayuden o a acumular futuros ataques.

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