Con el reciente cambio de gobierno de cuando en cuando salta un nuevo nombre a la palestra: un nuevo cargo político. Desde la semana en la que apenas contuvimos el hipo por los nuevos ministros, se han sucedido las noticias sobre nuevos secretarios de Estado, subsecretarios, directores generales… Personas que en poco tiempo han pasado a tener una responsabilidad pública, muchas veces desde el anonimato. Y a veces para sumergirse en el anonimato burocrático de nuevo, después de algunos días, o incluso horas.

Anonimato del que volverán a salir si proponen alguna medida interesante o polémica, o algún escándalo les salpica, si se descubre algo en sus redes sociales que pueda ser reprobable, por ejemplo. El ministro de Cultura, en sus seis días de mandato, vivió un constante reflote de tuits antiguos, de varios años atrás que recontextualizados incluso tenían su gracia. Es ya un clásico en Twitter bucear en los tuits antiguos del ahora presidente del Gobierno y aplicarlos al nuevo contexto.

Sin embargo, indagar en publicaciones antiguas en redes tiene su riesgo. No olvidemos que los que estábamos ya en Twitter hace nueve, diez años, apenas sabíamos lo que hacíamos, porque acabábamos de llegar y estábamos aprendiendo. Y nuestro público era mucho menor. Así que quien más quien menos publicó mensajes de los que seguramente hoy se avergüenza. Pero claro, han pasado muchos años, y es bastante probable que nuestra percepción de las redes y lo que publicamos en ellas haya cambiado sustancialmente.

Por eso me sorprende que se aplique tanto la lupa a las cuentas de políticos, buceando en mensajes que descontextualizados pueden dar un mensaje distinto al que se pretendió al publicarlos. Y por eso no me extraña que algunos opten directamente por borrar los mensajes antiguos o incluso sus cuentas, cuando se ven expuestos a la opinión pública. No porque tengan mensajes de un contenido reprobable, quizás, sino para evitar que se les atribuya palabras y pensamientos de siete, seis o cinco años atrás, sin darles el beneficio de la duda de haber cambiado de opinión o de forma de ver las cosas.

En este momento lo escrito en las redes queda grabado más indeleblemente que en piedra, puesto que la red siempre tiene una copia de seguridad, un backup remoto que guarda buena nota de todo lo que escribimos, pero sin darle contexto, ni explicación. Y eso debe ser tenido en cuenta. Porque, aunque lo escrito no cambia, las personas sí. Y es mejor no perderlo de vista, no dejar de dar la oportunidad de rectificar y comprender el cambio que la persona ha tenido. Porque somos más que lo que publicamos.

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