«Por primera vez en la historia se podrá ver a un santo vestido con pantalones vaqueros, zapatillas de deporte y sudadera. Eso es un gran mensaje». Así se pronunciaba el rector del Santuario de Asís donde Carlo Acutis, un italiano fallecido de leucemia fulminante con apenas 15 años, será beatificado el próximo 10 de octubre.

A los santos nos los imaginamos dentro de un hábito o llevando una sotana. Quizás por eso impresiona ver expuesto ahora el cuerpo de Carlo, vestido con la misma ropa que hoy, por ejemplo, te has podido poner, en un día normal. Seguramente, llevando una vida no muy distinta a la tuya con 15 años: clases, voluntariado, familia, amigos, ordenador, ocio. Rutina. Pero con una apertura a lo sobrenatural que hizo de su vida ordinaria algo extraordinario. «Todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias» –dijo–. Quiso desmarcarse e hizo de su fe la prioridad, el motor de todo: «estar siempre unido a Jesús, ese es mi proyecto de vida». Los que le conocían veían algo especial: santidad, vestida con vaqueros.

Ser santo asusta y, ya sé, parece que no es popular. Pero ser santo es aquello a lo que invita la fe, si se vive con coherencia y alegría. Querer ser como Jesús, en tu modo de amar, en lo que te apasiona hasta robarte las horas. Estar con él. Sin dejar de ser tú. Es más, siendo más tú que nunca. Libre. Viviendo como él y por él. Sin evitar los dilemas, pero sin tirar por la opción más sencilla: distraerse y dejar de buscar, evitar la dificultad y el dolor. Más bien apostar y entregarse. Y ver en su entrega, en su cruz, la tuya propia. En tus opciones, en tus decisiones, las pequeñas y las grandes, tenerle en cuenta a Él. Y a sus preferidos. En cómo ocupas el espacio y el tiempo, ser testigo de una esperanza. Que te saca más allá de estas coordenadas. Que te lleva a comunicarla. Que te lanza hasta el infinito. Y que te lleva a correr allá por donde Él te lleve…llevando, también, unas zapatillas de deporte.

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