Hubo quien dijo que no existe nada más arriesgado que escribir acerca de la Resurrección porque a través de ella todo lo que los cristianos creemos toma su sentido. Pero ¿de qué manera describir la nueva vida de Jesús? ¿Cómo expresar la experiencia que tuvieron los discípulos, ese pasar de la desolación de la muerte del maestro a la consolación y la gran alegría de ver cumplidas todas las promesas? Las palabras a mi, la verdad, poco menos que me sobran. Apuesto más por otras maneras de expresarse que, sin dejar de ser humanas, son capaces de dar nombre a lo innombrable y de tocar el corazón para comunicar lo desconocido. Como la música.
A veces nos encontramos con canciones que nos mueven hacia una realidad que va mucho más allá de su letra. Aun hoy, por ejemplo, Someone like you de Adele sigue sonando varias veces cada hora en las emisoras de radio sin dejar de conmover. Como dijo un presentador, es una canción capaz de hacernos sentir el desamor aun cuando nunca lo hayamos conocido.
Pero, ¿qué canción describiría la Resurrección? Supongo que tendrá algunos acordes de Silvio Rodríguez, cuando canta que “quedamos los que podamos sonreír en medio de la muerte, en plena luz”. O la melodía alegre y confiada de Vamonó de Fito & Fitipaldis en Lo más lejos, a tu lado, después de cantar el desamor del soldadito marinero, el corazón oxidado (de no usarlo) y el cómo ha aprendido en la vida a “tocar el cielo con las manos”. Pero la verdadera música de la resurrección está aún por componer y, a la vez, suena todos los días. ¿No la escuchas? Abre los ojos y los oídos, porque la Resurrección, como la música, entra por los sentidos y va directa al corazón.