El incendio de Notre Dame ha destrozado una de las mayores catedrales del mundo. Ha conmovido a mucha gente, especialmente a quien lo ha vivido más de cerca. Y las reacciones han sido inmediatas, se formó una cadena humana para salvar reliquias, obras de arte o el Sacramento. Estaba compuesta por bomberos, agentes de seguridad, técnicos del Ministerio de Cultura francés y el equipo del arzobispado.

La catedral es un patrimonio religioso y cultural lugar de grandes momentos históricos, epidemias, guerras, liberaciones, protagonista de libros y cuadros. El gobierno francés ha dado una respuesta rápida y decidida para su reconstrucción, con un ambicioso plan a cinco años. Y del mismo modo gente muy generosa ya ha hecho importantes donaciones.

Es imposible saber qué ha sentido cada una de estas personas, las que han colaborado en minimizar los daños y las que se han decidido a afrontar la reconstrucción. Seguramente el sentimiento que las ha movido es una mezcla de tristeza, deseo, sentido de responsabilidad, y otras tantas emociones. Esto ha movido a cada uno a ponerse en juego desde su capacidad, sea la experiencia ante un fuego, recursos económicos u otros talentos técnicos y artísticos que serán necesarios en los años que siguen.

Para muchos, ese sentimiento habrá sido similar al que Francisco de Asís relata como clave en su proceso de conversión, cuando sintió que Jesús de Nazaret le decía «ve y repara mi casa, que está toda en ruinas».

Francisco de Asís, al igual que tantos ahora hacen con Notre Dame, se decidió a reconstruir una iglesia: la capilla en la que había tenido esa experiencia. Por un tiempo se dedicó a rehabilitar algunas iglesias, templos que estaban en ruinas. Esta ocupación le fue llevando a un modo de vida que atrajo a algunos seguidores y desembocó en la aprobación de la orden franciscana.

Con el tiempo, estos hombres pasaron de restaurar iglesias a ayudar a la Iglesia con su predicación y su práctica del Evangelio (vida pobre, pedir limosna, servir leprosos, trabajar para monasterios…). De ese modo contribuyeron a la reparación que la Iglesia necesitaba en el siglo XIII.

También hoy lo necesita. Debe reconocer con humildad que algunas cosas concretas deben cambiar, y para ello necesita también nuevas visiones y aceptar críticas. Debe afrontar el modo de descartar toda cultura de muerte que albergue y rehuir del inmovilismo y la rigidez . A Francisco de Asís, reparar iglesias le condujo a trabajar de un modo más radical por la Iglesia.

En el caso de Notre Dame estamos dando el primer paso. Reparar esa iglesia es una invitación a seguir reparando la Iglesia.

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