En unas semanas volverá a estar de actualidad, tras la reapertura por el incendio vivido hace años. Más allá del valor artístico y cultural, este tipo de obras de arte reflejan el alma del pueblo, ya sea en un pequeño pueblo perdido o en el corazón de una gran metrópoli. Entre sus piedras conviven la vida, la historia y la espiritualidad de un pueblo, donde se entrelazan generaciones que conectan el pasado con el futuro, el tiempo con el espacio.
Ojalá que cuando veamos un edificio de este tipo, no veamos solo piedras, sino que reconozcamos el alma de un pueblo.