En tierra de sombras
«La ciudad, desolada, se derrumba, están cerradas las entradas de las casas; hay lamentos por las calles porque no hay vino, se apagaron las fiestas, se desterró el alborozo del país. En la ciudad solo quedan escombros y la puerta está herida de ruina» (Is 24, 10-12)
A veces me veo así. Caminando inseguro. En esos días en que parece que pierdo suelo firme, y me quedo un poco a la intemperie. Cuando muerde un poco más la soledad, o la inseguridad, o parece que las heridas que uno lleva escuecen más de la cuenta. Cuando mis días parecen estériles. En esas ocasiones la duda lo tiñe todo, y aunque me digo que no sea 'agonías', no consigo vencer a mis fantasmas. Entonces me pesa el trabajo, o los estudios, o las relaciones; los proyectos en los que se baten mis jornadas me parecen más grises; tú parece que callas, y llamo: «¿Dónde estás?»
¿Cuándo me siento vacío?
¿Cuáles son mis 'fantasmas', mis sombras, mis inseguridades?
¿Cómo buscar en Dios respuesta?
Ruego, casi oración
No me dejes seguir con esta pena
de tener empeñado mi destino;
no me dejes que sangre en el camino
soportando a mis pies dura cadena.
Este sombrío andar, esta condena
que agrava el maridaje de mi sino,
me representa al débil peregrino
perdido en la maraña de la escena.
No me dejes en mar y a la deriva,
que frágil es mi barca a la inclemencia
y al azote falaz del enemigo.
Te busco en la razón de una evasiva
con que sembrar la paz en tu presencia:
savia seré de amor, pero contigo.
(Nicolás del Hierro)