Y cree en el evangelio

«Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.» (Mc 8, 35)

¿En qué creo? A veces no lo sé. Es fácil creer en la riqueza (pues, efectivamente, abre muchas puertas), en la belleza (tantas otras), en el éxito, la inteligencia, el aplauso, la oratoria brillante, las propias fuerzas, el trabajo bien hecho, la eficacia, la utilidad, el placer, el talento o la genialidad… Pero no basta. Creer en el evangelio es darle la vuelta a las categorías habituales. Creer en la debilidad que se hace fuerte, en la derrota que no tiene la última palabra, en el amor que va más allá de la eficacia y la utilidad, en la palabra que, sin adornos, habla verdad. Es creer en un Dios crucificable. Y en una humanidad amable. Y eso no es fácil.

¿Qué es, para ti, creer en el evangelio?
Intenta escribir hoy en qué crees.

Fragmentos de vida evangélica

Creer de corazón y de palabra.
Creer con la cabeza y con las manos.
Negar que el dolor tenga la última palabra.
Arriesgarme a pensar
que no estamos definitivamente solos.
Saltar al vacío
en vida, de por vida,
y afrontar cada jornada
como si Tú estuvieras.
Avanzar a través de la duda.
Atesorar, sin mérito ni garantía,
alguna certidumbre frágil.
Sonreír en la hora sombría
con la risa más lúcida que imaginarme pueda.

Porque el Amor habla a su modo,
bendiciendo a los malditos,
acariciando intocables
y desclavando de las cruces
a los bienaventurados


(José María R. Olaizola)

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