
El Dios de la otra mirada
«Tú, Yahvéh, eres mi lámpara, el Dios que alumbra mis tinieblas» (Salmo 18, 29)
No es un salvoconducto para vivir a lo loco o como si todo diese igual. Dios es bueno, y su justicia está teñida de misericordia, y su amor perdona hasta en la cruz. Tan bueno que se estremece con el dolor inocente, y llora con cada herida. Su proyecto para la humanidad es de esperanza, no de condena. Y el pecado, antes que enfadarle, le golpea. Si descubro sobre mí esa mirada de Dios veré que me ve con los ojos tiernos del padre esperanzado, que ve antes las oportunidades que las caídas. Descubriré su llamada como horizonte, y su propuesta como bendición. Y veré que antes que una vara para golpearme lo que tiende hacia mí, una y otra vez, son los brazos, para construir con Él.
¿Quién me ha mirado con cariño, queriéndome tal y como soy? ¿Soy consciente del bien que esa mirada puede hacerme?
Y tengo amor a lo visible
Porque sé que nací para salvarme
y tengo que morir -es infalible-,
porque dejar de verte y condenarme
sólo con otro Dios será posible,
por eso río, duermo, quiero holgarme,
Señor, y tengo amor a lo visible.
Y sólo me pregunto en qué me encanto
cuando huyo de la vida por ser santo
Jose Luis Blanco Vega S.J.


