Vivencias pascuales

«Solo en Dios descanso, alma mía, de él viene mi salvación. Él solo es mi roca, mi salvación, mi alcázar; no vacilaré» (Sal 62, 2-3)

Son los momentos de plenitud. Cuando cantan los ojos y el corazón. Cuando los sueños se ven más posibles. Cuando el perdón se da o se recibe, sin condiciones, sin rescoldos de amargura. Cuando de la semilla pequeña brota, imparable, un tronco fuerte. Es la sonrisa tranquila del que no se deja vencer en la tribulación.  Es la palabra que habla verdad y desencadena encuentros. Es la oración que me enciende cuando no encuentro un horizonte claro. Es esa alegría de los que no complican las cosas sencillas. Es el amor que no exige. Es esa resurrección que YA se asoma en nuestras vidas.

¿Dónde empiezo a vivir resucitado?

¿Dónde asoma la lógica de Dios en mi vida?

Que quien me cate se cure

 

Qué inutilidad es ser 

–cualquier profesión discreta–;

no quiero ser florecilla quitameriendas, 

quiero ser quitadolores,

Santa Ladrona de Penas

ser misionera en el barrio 

ser monja de las tabernas 

ser dura con las beatas 

ser una aspirina inmensa 

–que quien me cate se cure–

rodando por los problemas.

Hacer circo en los conflictos, 

limpiar llagas en las celdas, 

proteger a los amantes imposibles, 

mentir a la poesía secreta, 

restañar las alegrías 

y echar lejía a donde el odio alberga.

Si consigo este trabajo, soy mucho más que poeta.

 

Gloria Fuertes

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