
Una promesa de amor
«No temas, que yo te he elegido. Te he llamado por tu nombre y eres mío. Si pasas por las aguas estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán…» (Is 43)
Esto casi parece el título de un culebrón o de una novela romántica. Pero no lo es. Es más universal, más hondo, más real. El adviento es el tiempo en que Dios nos promete que su amor no descansa. Por cada uno de nosotros. Que salvará distancias infinitas. Que se hará pequeño para encontrarnos. Que vendrá a nuestras vidas. Que creerá en cada uno de nosotros, conociendo nuestra verdad profunda. Y que nos saldrá al encuentro en caminos inesperados. Y esa promesa vale un mundo.
¿Qué despierta en mí esa palabra de amor de Dios?
¿Creo de verdad que Dios me quiere, como soy?
Amor
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.
(Antonio Gamoneda)