Lo que otros cuentan

«Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los once con los demás compañeros, que afirmaban: 'Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón'. Ellos por su parte contaron lo acaecido por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan» (Lc 24, 34-35)

No son trovadores, embaucadores ni soñadores. No hablan por hablar. Pero sus voces siguen resonando hoy. Algo ocurrió en Jerusalén. Y en tantas otras jerusalenes de nuestro mundo. Algo tan especial que hizo que el pánico se convirtiera en coraje, el dolor en dicha, la derrota en triunfo. Son los testigos de la VIDA. Testigos de una presencia que inflama los corazones. Portavoces de una forma de ser y de vivir que atraviesa la muerte. Son los testigos que, con su vida entregada de mil maneras y en muchos tiempos y lugares, nos abren los ojos, nos inquietan y cautivan… Como aquellas primeras mujeres. Como tantos otros después. Y cuando les vemos y les escuchamos, aflora la esperanza.

¿Quiénes son testigos de Dios en mi vida? 

¿Cómo lo hacen?

Lo que quiero decir es que sí, la miseria es grande,

y aun así me ocurre a menudo por las noches, 

cuando el día se va apagando dentro de mí, 

hondamente, que camino con ágiles zancadas 

a lo largo de la alambrada 

y siento subir de mi corazón una fascinación 

–no lo puedo evitar, proviene de una fuerza elemental–. 

Esta vida es maravillosa, grande, 

tenemos que  construir un mundo nuevo 

después de la guerra. 

Y a cada infamia, a cada crueldad, 

hay que oponerle una buena dosis 

de amor y buena fe 

que primero habremos de hallar 

dentro de nosotros mismos. 

Tenemos derecho a sufrir, 

pero no a sucumbir al sufrimiento. 

Y si sobrevivimos a esta época, 

ilesos de cuerpo y alma, 

de alma sobre todo, 

sin resentimientos, sin amarguras, 

entonces ganaremos el derecho 

a tener voz cuando pase la guerra. 

Tal vez soy una mujer demasiado ambiciosa: 

me gustaría tener una palabra que enunciar.

 

Etty Hillesum… desde el campo de prisioneros de Westembrok