Heridas
«Hijo mío, si te decides a servir al Señor, prepárate para la prueba» (Eclo 2, 1)
El mundo idílico de algunos programas infantiles de televisión, con lenguaje dulce, conflictos risibles, lecciones tiernas… no es real. Y no está mal empezar la vida asomándose al mundo de un modo amable. Pero luego hay que crecer, y al crecer, empezar a arriesgar, a comprometerse, a implicarse y complicarse la vida… porque todo lo que es importante te marca un poco, y a veces te hiere. Hay quien tiene tanto miedo a sufrir (léase “estar mal” a veces) que se pone la venda con mucha antelación, y no llega a vivir de verdad. Yo quiero ser capaz de vivir, arriesgar y a veces tropezar. Gritar cuando haga falta. Sufrir por los míos (y que los míos sean cada vez más).
¿Hay heridas en mi historia, aunque sea una historia corta?
¿Merecieron la pena?
El evangelio, y Dios, ¿me ha llevado alguna vez a arriesgar y poner cosas importantes en juego?
Alegría
Llegué al dolor por la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.
Era alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
( Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía. )
Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.
Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.
José Hierro