La desnudez que nos hace fuertes
«El Señor me respondió: Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad» (2Cor 12)
No hay que ser perfectos, ni dioses, ni máquinas. No importa equivocarnos, ¿quién no se equivoca nunca? El reto es aceptar la limitación como semilla de plenitud, como espacio en el que nos encontramos unos con otros. De hecho es nuestra fragilidad el puente que nos permite abrirnos a los demás desde la confianza y la aceptación. Muchas veces el primer lugar donde tenemos que abrazar esa pequeñez es cuando estamos solos, con Dios como único testigo, sin querer demostrar nada a nadie. Y, entonces, aprendemos que la fuerza se realiza en la debilidad.
¿Dónde te ves más desnudo, más frágil?
¿Descubres ahí atisbos de una fortaleza diferente?
Yo te fui desnudando
Yo te fui desnudando de ti mismo,
de los «tus» superpuestos que la vida
te había ceñido...
Te arranqué la corteza -entera y dura-
que se creía fruta, que tenía
la forma de la fruta.
Y ante el asombro vago de tus ojos
surgiste con tus ojos aún velados
de tinieblas y asombros...
Surgiste de ti mismo; de tu misma
sombra fecunda, intacto y desgarrado
en alma viva...
Dulce María Loynaz