No tenían sitio en la posada

«Lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada» (Lc 2, 7)

Así que los que estaban bien guarecidos, bien refugiados, siguieron durmiendo a pierna suelta, y no se enteraron de que, allí, a pocos metros, un niño nacía. No descubrieron algo admirable en un niño acostado en un pesebre, porque ni siquiera lo vieron. Y eso es, a veces, lo que asusta un poco.
Señor. No quisiera no enterarme de lo que ocurre. No quisiera vivir tan absorto en mi historia, mis preocupaciones y compromisos, mis urgencias e intereses, que pierda la capacidad de estar atento… porque tú pasas, sigues pasando, y viniendo, a nuestras vidas. Así que mantenme los ojos abiertos, los oídos atentos, y el corazón sediento. De ti, de tu evangelio, de la buena noticia…

  •  ¿Hay sitio para Dios en mi vida?

¿Me dejáis solo?

 

¿Me dejáis solo?
¿Con la verdad?


¿Por qué no me ayudáis
a examinar la piedra fascinante
que me ha atraído siempre a la frontera?


Los caminos trillados
son caminos de todos.
Nosotros, por lo menos,
debemos arriesgar estas veredas
donde brota la flor del Tiempo Nuevo,
donde las aves dicen la Palabra
con el vigor antiguo,
por donde otros arriesgados buscan
la humana libertad...


Si el corazón es limpio
no ha de atraparnos nunca
la noche intransitable.
El viento y las estrellas
nos dictarán los pasos.
¿Por qué me dejáis solo,
con o sin la verdad?


(Pedro Casaldáliga)