
Pero no naufragar
«Jesús le preguntó: 'Simón de Juan, ¿me quieres más que estos?' Le responde: 'Sí, Señor, tú sabes que te quiero'» (Jn 21, 15)
El reto quizás es no dejarme hundir por los conflictos. Entenderlos no como ataque personal, sino como oportunidad. A veces no merecerá la pena luchar todas las batallas (muchas están abocadas a darse contra muros); pero otras veces habrá que poner carne en el asador (sin quemarse a ser posible). Habrá veces en que termine riéndome de mi enfado, o tomando una cerveza con quien antes he discutido. Habrá veces en que tenga que disculparme, y otras seré yo quien acepte una disculpa. Y ojalá aprenda a tensar sin romper, discutir sin herir, enfadarme sin avasallar; y en cualquier caso nunca, nunca retirar los puentes que me acercan al otro.
¿Soy capaz de separar lo personal de lo coyuntural?
¿Soy capaz de asumir con calma la diferencia? ¿Y de valorarla como algo que enriquece?
¿Soy capaz de vivir los conflictos de un modo adulto y tranquilo?
Tormenta
Cuando el agua esperábamos ansiosos
una nube de polvo cubrió el cielo
Fue inútil cerrar puertas y ventanas,
nos invadió los hondos aposentos,
cubrió maderas, apagó cristales,
cayó sobre mis libros y cuadernos,
fue crujido gris entre los dientes
y ceniza fugaz en los cabellos.
El limpio patio se llenó de tierra,
de hojas, de plumas, de papeles viejos,
cantaron el vuelo unas palomas
y se encrespó ruidoso el gallinero.
¡Qué lástima me dio la madreselva,
zarandeada, rota por el viento,
y mi sillón de voluptuosos mimbres
derribado de bruces sobre el suelo!
Pero brilló un relámpago de pronto,
estalló un largo trueno,
y veraniegas, numulares gotas,
se abrieron paso por el sucio velo.
Y enseguida la lluvia
empezó a resonar sobre los techos.
Fue entonces un cerrar y abrir de puertas,
un respirar con los pulmones plenos,
un poner tinas bajo los caños
que un chorro daban argentino y trémulo,
sacar las plantas de los corredores,
diosmas, jazmines, tímidos helechos,
y un gozo de cepillos y de escobas
guiando las aguas hacia el sumidero.
Igual cosa que hacían los de al lado,
y los de enfrente, y casi todo el pueblo.
Ahora todo es frescura y poderío,
el mármol brilla, el bronce echa reflejos,
los mosaicos parecen de oro puro,
el paraíso tiene un verde nuevo,
y en el umbral sentado de mi casa
miro sencillamente el universo.
Baldomero F. Moreno